9 de diciembre de 2023.

A estas alturas sería una falacia negar que el circo representa una parte importante de la cultura humana. El universo circense, cargado de simbolismo y alegorías, esconde una dimensión en la que el arte, la sensibilidad, la expresividad y el crecimiento se mezclan para crear una experiencia única.

Nos levantamos dispuestas a pasar un día magnífico, con nuestras entradas del circo en la mano. Comenzamos cogiendo fuerzas y aprovechamos los rayos del sol otoñal para comer en la terraza de un restaurante, actividad que tanto les gusta. Después, nos dirigimos hacia el circo. Según nos acercábamos, podíamos ver la carpa blanca y oler a palomitas; sensaciones muy evocadoras que nos retrotraen a la niñez. Con el cosquilleo de no saber qué nos vamos a encontrar, tan característico cuando vas al circo, entregamos las entradas y accedemos al espectáculo.

Nos encontramos con un circo tradicional que se fusiona con la elegancia del patinaje sobre hielo. Trapecistas, bailarines, malabaristas, equilibristas, cantantes en directo, magos y acróbatas, entre otros muchos artistas, son los encargados de crear el arte y la magia durante dos horas, que pasan sin que te des cuenta.

Nos ilusionaba acudir a un espectáculo en vivo donde las emociones y experiencias son más intensas que las que percibimos a través de una pantalla.

                                                         Cristina Marín Lebrancón. Educadora.

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